Dónde depositar nuestros ahorros de forma segura
Probablemente, si nos hubieran hecho esta pregunta hace veinte años, hubiéramos respondido de manera completamente distinta. Y es que, aunque parezca evidente o el estribillo de una canción, los tiempos cambian y con ellos la manera de operar en muchos ámbitos de la vida.
Hace treinta años un inversor doméstico, con un pequeño capital con el que operar, no podía plantearse invertir en empresas cotizadas en índices internacionales como el Nikkei, el Nasdaq o el DAX40. Ahora sí. Ahora gracias a la tecnología y las plataformas online este proceso de compra de acciones internacionales es muy sencillo y cualquier trader iniciándose en este mundo invierte en 1000 Extra, y es una buena decisión.
Así que partiendo de esa premisa, la oportunidad que se presenta es magnífica: cualquiera desde su casa puede contratar productos novedosos e interesantes que le proporcionen importantes rentabilidades a las que antes no tenía acceso.
Eso sí: siempre hay que tratar de hacerlo de manera segura, jugándose el menor dinero posible. ¿Pero cómo?
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La diversificación, la clave
La primera premisa a cumplir es la de no invertir todos nuestros ahorros en un único producto. Lo que se conoce como la Teoría moderna del portafolio, elaborada por Harry Markowitz a mediados de los años sesenta del siglo pasado, viene a decirnos que contratemos varios productos distintos los unos a los otros de tal manera que terminemos teniendo una rentabilidad media que cumpla nuestras expectativas.
Así, podemos combinar productos tradicionales con otros más volátiles y atractivos, como pueden ser los mercados secundarios –donde podremos acceder a la compra de acciones, o a invertir a futuro en opciones-, el mercado de divisas –conocido internacionalmente como Forex-, o el de las monedas virtuales, donde bitcoins, ethereums o litecoins hacen las delicias de inversores que ven como, gracias a la volatilidad, sus ahorros crecen y crecen.
La formación, siempre presente
Una de las mayores ventajas de todos estos productos, es que no hace falta ser licenciado en economía para poder contratarlos. La formación necesaria para comprender su funcionamiento está al acceso de cualquiera, en foros, medios especializados en financias o en blogs.
Además, las distintas plataformas que prestan servicios financieros, ponen a nuestra disposición productos que nos ayudan a minimizar el riesgo.
El primero de ellos es el simulador, herramienta que nos ayuda a conocer cómo funciona un mercado concreto: nos permite contratar productos, pero sin utilizar nuestro dinero real, haciéndolo con uno virtual –e inocuo-.
Contratando así, aprenderemos el proceso de compra, cómo afectan a nuestra rentabilidad nuestras decisiones, qué costes ocultos tiene cada producto (precio de entrada, de salida, comisiones,…), de tal manera que llegue un momento en que podamos invertir sin riesgo, o con el menor posible.
Además, junto al simulador, la mayoría de las plataformas ponen a disposición de sus usuarios las famosas calculadoras, que nos permiten hacer cálculos antes de contratar sobre rentabilidad esperada o mayor pérdida dispuesta a asumir.
En un mercado como el de divisas, en el que desconocemos la casuística de la mayoría de pares de monedas, y en el que hay términos como spread o apalancamiento difíciles de asumir en el corto plazo, las calculadoras nos facilitan muchísimo la tarea.